Síndrome del cuidador quemado

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Síndrome del cuidador quemado

Se conoce al síndrome de sobrecarga del cuidador, es un estado de agotamiento físico, emocional y mental, que ocurre en personas que asumen el rol de cuidar a un ser querido durante un largo periodo de tiempo, como en el caso de los cuidadores de personas

Se conoce al síndrome de sobrecarga del cuidador, es un estado de agotamiento físico, emocional y mental, que ocurre en personas que asumen el rol de cuidar a un ser querido durante un largo periodo de tiempo, como en el caso de los cuidadores de personas con Alzheimer.

Los síntomas más comunes son:

A nivel físico: Sensación de cansancio y agotamiento, dificultad para concentrarse o recordar información importante, dificultad para dormir, molestias gástricas, entre las más comunes, Consumo excesivo de sustancias como: tabaco, alcohol, energizantes y/o tranquilizantes.

A nivel emocional: Cambios repentinos del humor y/o estado de ánimo, Irritabilidad, despreocupación o descuido de propias necesidades, como por ejemplo; no ir al médico, supresión de las actividades que provocan placer, distanciamiento y Aislamiento social, desmotivación, desinterés (Apatía), Sentimientos crecientes de resentimiento. 

Es muy importante que el cuidador entienda que lo que siente es esperable ante la situación que le toca. Porque la culpa no se hace esperar, lo que suma angustia y ansiedad al cuadro.

El cuidador deberá aprender a delegar, tolerar que las cosas se hagan de otra manera y, por, sobre todo, contar con una red de apoyo, que pueda no solamente contenerlo desde lo emocional sino también desde una estrategia organizativa, en el que puedan intercalar intervalos de cuidados con intervalos de tiempo personal.

Lo primordial frente a este tipo de crisis es pasar de la pregunta: “¿Por qué me pasó esto?” a “¿Para qué me está pasando esto?”, que posibilitará empezar a transitar el duelo y tomar un rol activo en la defensión de los propios intereses. Entender que para cuidar primero hay que cuidarse.

Las crisis pasan y otras, seguro, van a surgir. Nuestro cerebro debe entrenarse lo suficiente para ser flexible a los cambios. Después de todo, como dijo Albert Einstein: “Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis, todo viento es caricia.”

Así es como los familiares directos del paciente, por lo general cónyuge, padres o hijos, comienzan a dejar de lado su vida para hacerse cargo de los cuidados, asumiendo el rol de “cuidador principal” y acarreando la “certeza” de que “nadie lo hará mejor que yo”. Puntapié inicial para que le cueste delegar su función y para que se hunda cada vez más en un mar de responsabilidades y preocupaciones. Es lo que se entiende como “cuidador quemado”.


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