Habla ahora con nuestro equipo, sin compromiso, y si te suscribes podrás hablar gratis 50 min. con tu psicólogo.
Permítenos ayudarte a afrontar de manera más positiva y eficaz los retos del día a día.
En una revisión breve, el estrés es una respuesta universal y adaptativa del organismo ante situaciones que considera como amenazantes. Su función es la de mantenernos alerta y movilizarnos. Desencadena diversas respuestas fisiológicas debido a la activación de la rama simpática del sistema nervioso autónomo (SNA), que provoca reacciones reflejas, y de la médula suprarrenal que se encarga de descargar adrenalina.
Cuando el estrés sobrepasa cierta intensidad o duración, o bien cuando no conseguimos gestionarlo, nos lleva a ese estado que conocemos como ansiedad y que se traduce en un incremento de nuestro estado de alerta, aceleración, inquietud, sensación de nudo en el abdomen, pecho o garganta… Nos parece que tenemos mil cosas en la cabeza y nuestro humor es cambiante, podemos sentirnos irritables y/o aprensivos, etc.
No todos reaccionamos del mismo modo, ya que evaluaremos la situación y nuestros recursos para hacerle frente, en base a nuestra personalidad, características y experiencias previas.
Alarmarte ante estas sensaciones o tratar de negarlas, sólo hará que vayan en aumento y pudiendo derivar en un ataque de ansiedad, algo muy molesto pero que has de saber no conlleva un riesgo vital.
Estas respuestas no son buenas ni malas, sino que cumplen una función. Nos indican que algo nos preocupa, nos presiona o nos sobrepasa. Nos indican que tocará tomar decisiones y actuar para afrontar la situación.
El ejercicio físico también activa el sistema nervioso simpático (SNS), pudiendo dar lugar a sensaciones similares a las descritas. Es por este motivo que algunas personas pueden asustarse ante ciertas reacciones corporales al realizar deporte intenso. Si además, estás atravesando un periodo de estrés crónico, se amplifican y pueden llegar a agobiarte.
A continuación, te indicamos algunas de sus posibles manifestaciones para que las identifiques:
Aumento de la FC/palpitaciones Aumento frecuencia respiratoria/sensación dificultad para coger aire Diarrea, dolor de estómago, náuseas Sequedad de boca Sudor en manos/sudor frío Aumento ganas de orinar
| Temblores musculares Tensión muscular Pérdida de atención/distracción/poca retentiva Visión túnel Insomnio Afonía/sensación de nudo Irritabilidad/labilidad emocional |
Fig. 1 Signos de estrés /Ansiedad
El manejo del estrés a nivel de rendimiento, requiere lograr un punto óptimo de activación que nos permita ser más eficientes.
La teoría de la U invertida (Yerkes y Dodson, 1908), a pesar de no estar verificada empíricamente, establece que la relación entre rendimiento deportivo y activación responde a una forma curvilínea, en forma de “U”. Niveles de activación muy altos o bajos afectan de forma negativa al desempeño. Por este motivo, el nivel óptimo de activación para afrontar una tarea se corresponderá con un punto intermedio.
Tener en cuenta todos estos factores resulta imprescindible para poder adoptar estrategias de afrontamiento adaptadas a las demandas de la realidad (externas/internas). A continuación, te contamos algunas claves:
Analiza el contexto de forma objetiva y coherente. ¿Amenaza o reto?
Observa y escanea tu cuerpo. Qué condiciones externas, qué pensamientos provocan cambios en ti, te activan o desactivan.
Detecta con qué sensaciones funcionas mejor. El punto óptimo de activación es propio para cada persona. Habrá quien asocie las palpitaciones a motivación y preparación para la acción, mientras que a otra persona esa misma sensación puede generarle angustia y llevar al bloqueo o parálisis.
Existen diferentes técnicas que pueden mejorar tus habilidades de afrontamiento. Has de tener en cuenta, que por lo general requieren de la presencia de un profesional cualificado para que tengan éxito. Algunos ejemplos son el entrenamiento autógeno, biofeedblack, imaginería y práctica mental, relajación progresiva...
También puedes probar simplemente a observarte en los diferentes contextos en los que te desenvuelves. ¡Dedícate tiempo a ti mismo!
Cómo nos percibimos y aquello que nos decimos tiene una gran influencia. Invierte tiempo y atención en identificar tus mensajes. ¿Cómo es tu diálogo interno?
El autoconocimiento es el GRAN aliado. Experimenta y descubre lo que a ti te funciona. ¡Encuentra tus propias herramientas! Analiza qué factores y situaciones te llevan a un estado u otro.
Artículo escrito en colaboración con Andrea Martínez Monteiro.
Queremos ayudarte a recuperar tu sonrisa. Si nos aportas más información sobre tu situación podremos entender mejor qué la provoca:
Habla ahora con nuestro equipo, sin compromiso, y si te suscribes podrás hablar gratis 50 min. con tu psicólogo.
Permítenos ayudarte a afrontar de manera más positiva y eficaz los retos del día a día.
< Siguiente
Cómo gestionamos los conflictos en familiaAnterior >
Comunicación exitosa en la parejaSuscríbete a las Noticias de Psonríe
Puedes seleccionar que tipo de noticias quieres recibir