Aprendiendo a validar las emociones de los niños

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Aprendiendo a validar las emociones de los niños

La validación emocional es el proceso por el que entendemos la emoción del otro y le transmitimos nuestra aceptación, pues su emoción, como todas, es válida.

La validación emocional es el proceso por el que entendemos la emoción del otro y le transmitimos nuestra aceptación, pues su emoción, como todas, es válida. Está relacionada con la empatía, con el entendimiento de lo que sienten los demás, pero añade el componente de aceptación y de hacer llegar todo esto a la otra persona.

Puede surgir la duda de si tengo que aceptar las emociones de mi hijo si no estoy de acuerdo con él. La respuesta es sí. No es lo mismo aceptar que estar de acuerdo. Puedes no estar de acuerdo con él, pero todos necesitamos que nuestras emociones sean aceptadas.

Validar una emoción tampoco significa que te agrade cómo la expresa tu hijo. Por ejemplo, si tu hijo se enfada y rompe un juguete suyo dejándose llevar por la rabia, es normal que no te guste esa reacción, y cuando se calme tendrás que ayudarle a entender los límites de la expresión emocional del enfado: hacerte daño tú, a los demás y a ser posible a los objetos valiosos. Pero es importante, como primer paso, que sepa que es normal sentirse enfadado, que no es malo y que toda emoción es válida, incluidas las desagradables. No queremos que reprima el enfado, sino que lo regule y exprese de la forma más sana posible.

Puede que después de validar la emoción tengamos que marcar un límite, pero este será mucho mejor recibido, entendido y aceptado. Por ejemplo: “Entiendo que te enfade mucho haber perdido jugando a ese videojuego, pero no puedes golpear el mando contra el suelo por ello. ¿Necesitas hablar sobre ello o prefieres que te deje un rato solo? ¿Cómo puedo ayudarte a manejar tu enfado?”

Con otras emociones como la tristeza o el miedo, es frecuente que nos salga querer resolverlas rápido, diciendo a nuestros hijos “no llores, le volverás a ver mañana” o “no tengas miedo, sé valiente”. Aunque digamos eso con la mejor de las intenciones y por el malestar que nos produce ver sufrir a los niños, así realmente no estamos validando sus emociones. Muchas veces les quitamos el espacio y tiempo que necesitan para sentir esa emoción y pueden quedarse con la idea de que es malo sentir tristeza, enfado o miedo.

Te animo a probar los resultados de algo tan sencillo como decirle a tu hijo “entiendo que te sientas así”


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