Autor:
Ana Viladomiu Jover
En muchas ocasiones priorizamos las necesidades de los demás sobre las nuestras. Tendemos a sentirnos culpables cuando respondemos con un “no puedo” o “no me va bien” a la petición de otra persona y más si esta es de nuestro entorno más próximo.
Decir “no” no nos convierte en malas personas ni nos hace ser menos.
Aprender a poner límites no es fácil.
- Podemos sentir miedo al rechazo o a deteriorar relaciones que ya hemos establecido. Establecer unos límites no significa ser egoístas, empatizar poco con el resto o no tener en cuenta lo que el otro quiere.
- Hacer saber a las personas lo que necesitamos y que queremos está totalmente permitido. Tener en cuenta cuáles son nuestras necesidades, intereses y deseos es necesario para tomar las riendas de nuestra vida y/o historia.
- Preguntarnos qué necesitamos, qué queremos, si estamos dónde hemos querido estar siempre o si otro camino sería más indicado tiene que ver con atender nuestra persona y darnos el valor que merecemos. Nadie mejor que nosotros mismos sabe lo que queremos y apostar por eso es lo que va a permitirnos sentirnos bien con nosotros mismos y conseguir la seguridad que en ocasiones nos falta.
- Analiza lo que estás viviendo, valora si existen otras posibilidades y apuesta por esas si lo consideras necesario.
No estamos acostumbrados a ser los primeros en nuestra lista de prioridades. Y serlo, es totalmente lícito. Si no somos capaces de mirar por nosotros mismos en según qué momentos y/o situaciones, ¿Quién lo hará por nosotros?
Recuerda, tú también cuentas.
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Tomando en cuenta que el procedimiento de diagnóstico, la definición de metas y el tratamiento es igual en ambas modalidades, podemos concluir que la principal diferencia es el medio en el que se realiza.
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