Autor:
Ana Viladomiu Jover
Existen momentos en los que no sabemos hacia donde ir, cómo continuar nuestro camino o aquello por lo que apostar.
En ocasiones, nos sentimos inmersos en una especie de burbuja en la que no avanzamos mientras vemos el tiempo pasar y el mundo cambiar. Observamos como nuestro entorno sigue caminando y apostando por seguir construyendo su camino. Vemos como la gente que conocemos y nos rodea tiene ganas de hacer cosas pero nosotros seguimos inmersos en una sensación de parada, bloqueo. Esa sensación de frustración cuando somos conscientes de que todo continua pero nosotros no queremos hacer nada ni estar en ningún sitio.
Te invito a que dejes de compararte con lo que hay fuera de ti. Que alejes ese tipo de estímulos externos que te hacen sentir mal por estar quieto y no saber por donde empezar a hacer. Escucha tus sensaciones, tu malestar y date el permiso de estar alejado de todo eso que en este momento te genera malestar.
No es malo empezar de cero. No lo tomes como algo negativo sino como una oportunidad de dedicarte tiempo y espacio para saber qué es lo que exactamente quieres y cómo te imaginas.
Intenta comprender tu malestar. Pero no desde la rabia o el enfado sino desde la comprensión y el cariño. No juzgues como algo negativo no tener claro dónde ir ni por donde empezar. No te culpes ni te machaques por no saberlo.
Recuerda que cada uno tiene un camino diferente. Cada uno elabora su historia a su manera. Intenta no compararte con el resto en este sentido. Que el de tu lado, el vecino del quinto, tu mejor amigo o alguno de tus familiares sepa y tenga claro dónde ir y por qué apostar no te obliga a tener que saberlo tu.
Intenta dar sentido a esa “parada” en la que estás. No centrándote en que el resto continua moviéndose. Sino dándote la oportunidad a ti mismo para valorar y pensar exactamente que es lo que sientes, piensas y necesitas.
Las paradas son buenas. Nos ayudan a reorganizarnos, pensar, valorar e iniciar de nuevo un camino. El que nosotros mismos decidimos.
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