Desde el 26 de junio de 2021 ha llegado el tan esperado momento para muchos: ¡Hora de quitarse la mascarilla!
Desde el 26 de junio de 2021 ya podemos quitarnos la mascarilla. Pero así también nos encontraremos con otro grupo de personas que sentirán un profundo malestar y ansiedad al verse sin esa protección, o al ver a otras personas de esa manera: estamos hablando del “Síndrome de la Cara Vacía”.
Este Síndrome conforma, según el psicólogo José Antonio Galiani, un conjunto de signos y síntomas mentales que acompañan el hecho de quitarse la mascarilla en ámbitos públicos, ya que esto significa un estado de desprotección y vulnerabilidad a un virus tan visibilizado en el último año y medio, así como también la incomodidad y malestar que genera ver a otras personas con el rostro destapado. Es que estamos hablando de un hábito que se llevó a cabo durante más de un año, y del cual los medios de comunicación, profesionales de la salud y nuestros vínculos estuvieron defendiendo durante tanto tiempo para prevenir este virus que en algunas ocasiones resultó ser mortal para el mundo entero.
Llevar el rostro tapado durante un largo período de tiempo, ha producido un deterioro en las relaciones sociales, como antes las conocíamos y ha provocado varios desórdenes emocionales. Pero claro está, todo esto va a depender de varios factores, como el contexto de la persona, la personalidad, su visión en torno a esta pandemia, la fortaleza psicológica, entre otros.
¿De qué manera nos afecta?
Este síndrome, si perdura, puede llegar a un deterioro tanto en las habilidades sociales de la persona como en la gestión funcional de las emociones, ya que, el hecho de haber tenido nuestro rostro oculto durante tanto tiempo, nos impidió poder expresar correctamente nuestras emociones básicas (miedo, alegría, tristeza, ira, asco y sorpresa), ya que la codificación facial es fundamental en este aspecto, y al cubrirla se pierde mucha información relevante. En cuanto a la gestión de emociones, puede notarse una afectación en la autoestima del individuo, debido a que puede resurgir el “miedo a como me ven los demás” “a la exposición” de acuerdo al concepto de sí mismos que tengan, y puede incrementar niveles elevados de ansiedad previo a la salida al exterior.
Otra consecuencia es de tipo relacional, debido a que se ha impedido el contacto cara a cara con los demás individuos, llegando a una disminución de la empatía y a una necesidad de tener que transmitir todo lo que sentimos verbalmente porque el otro ya no capta lo que nos sucede a través del plano gestual. Asimismo, puede existir cierta desconexión con el otro, debido a que nos puede llegar a desconcertar y desconcentrar verle la cara descubierta luego de tanto tiempo. El plano cognitivo también se puede ver afectado por este Síndrome, el cual tiene que ver con el conjunto de pensamientos en relación con lo que le sucede al otro, la incertidumbre de no saber qué va a suceder y las expectativas puestas en el comportamiento de la sociedad en general.
Por último, se pueden sufrir algunas consecuencias conductuales, relacionadas directamente al encierro, aislamiento y a la “evitación” de los contextos sociales, valiéndose de las interacciones únicamente en el plano virtual. En otro plano más extremo, puede notarse un aumento de conductas impulsivas o agresivas hacia los que no utilizan mascarilla y puede significar un riesgo para la vida de la persona. Es importante poner la lupa en el malestar general del individuo y en la afectación de estas consecuencias en el plano social, laboral y educacional, para que no se convierta en un círculo incapacitante y limitante.
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