Toda esta situación de confinamiento, el estrés, el miedo, dejaron una huella en la vida de cada persona en el mundo
Más de dos meses de confinamiento por el COVID-19 y aún existe un gran número de personas en su hogares, países que aún no han podido superar este virus, que atacó de manera impensable al mundo entero y que cambió el rumbo y los planes de la humanidad en el futuro cercano y en algunos casos lejano, sin importar raza, religión ni nacionalidad.
Toda esta situación de confinamiento, el estrés, el miedo, dejaron una huella en la vida de cada persona en el mundo. En algunos casos, no al punto de padecer daños psicológicos, pero en otros definitivamente afectó de manera significativa e importante sus vidas y salud, evidenciando nuestra vulnerabilidad.
Las personas en situaciones de necesidad muy extrema sacan energía y fortaleza de donde no sabían que tenían. Esa fuerza extra generada por nuestro cerebro para afrontar esa circunstancia, luego trae sus consecuencias neurológicas, sobre todo cuando esta se genera por un periodo de tiempo prolongado.
En el caso de las consecuencias del COVID-19 las personas más expuestas y con mayor estrés por evitar el contagio son el personal médico, paramédico, enfermeras, personal de emergencia, así como personal de hospitales, clínicas, centros de salud o empleados que no tenían otra opción sino la de ir a trabajar.
Colocar su vida en riesgo porque su trabajo es primordial o tener que dirigirse a sus trabajos no por decisión propia sino para conservar su puesto de trabajo y porque necesitan el beneficio económico que esto le genera, es una fuente de estrés agudo y una tensión constante que puede desencadenar dolores y agotamiento mental y físico para las personas.
Pero también pueden padecer de trastornos psicológicos los pacientes y familiares que han sufrido el coronavirus y se han preocupado por sus vidas. Así como también las personas que perdieron a sus familiares por el COVID-19 y no pudieron despedirse, ni hacer ningún velorio o entierro de su ser querido, creándose un duelo prolongado que puede causar daño a la salud psicológica de las personas.
El trastorno por estrés post traumático, es consecuencia de haber atravesado por una situación o acontecimiento de peligro, muy impactante o de terror lo suficientemente grave para que aparezcan síntomas que van a interferir en la vida personal de la persona de manera negativa.
Los síntomas son desde reactividad, hipervigilancia, alterarse fácilmente, nerviosismo, problemas para dormir, episodios de ira, falta de concentración, dificultad para recordar detalles de la experiencia traumática y pensamientos de desgracia sobre su vida y entorno.
Muchas veces a estas personas los invade un sentimiento de culpa, de aislamiento de sus familiares, amigos y desinterés de sus actividades diarias. Por lo general quieren estar alejados del lugar y los objetos que les traigan recuerdos de la situación.
Para las personas más expuestas del sector salud, uno de los principales factores que le generan estrés, es la disponibilidad de los medios de protección adecuados y las pruebas de diagnósticos.
Otro factor es el miedo de contagiar a su familiares cercanos, la toma de decisiones para determinar cuál paciente llevar a cuidados intensivos y cuáles no de acuerdo a sus síntomas. Todos estos factores pueden generar problemas psicológicos.
Es difícil al día de hoy saber con exactitud los daños psicológicos que puede haber causado el COVID-19 no solo a los profesionales de la salud, sino también a las personas que estuvieron confinadas en sus casas por mucho tiempo. Sin embargo, la población que estuvo más expuesta tiene un mayor riesgo de sufrir trastorno post traumático debido al estrés agudo al cual estuvieron sometidos.
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