El fracaso es tan amplio que se extiende a diversas áreas de nuestra vida y según nuestras creencias le damos distintos significados e importancia.
La palabra fracaso nos genera tensión con sólo oírla, tratamos de evitarla a cualquier coste y la tememos como si fuera el hombre del saco. El fracaso es tan amplio que se extiende a diversas áreas de nuestra vida y según nuestras creencias le damos distintos significados e importancia. En este post, quiero hablarte sobre cómo gestionar el fracaso de un proyecto en el ámbito laboral.
Desde que tenemos uso de razón e imaginación, empezamos a proyectar nuestros deseos en planes más o menos definidos. Lo que querré hacer en el verano, lo que querré estudiar para lo que me querré dedicar, la vida que quiero, la casa donde quiero vivir, el tipo de familia que deseo, etc. Desde la escuela, empezamos (generalmente) a trabajar por proyectos y se nos refuerza cada vez que emprendemos uno, todavía más si lo conseguimos. Todo aquello que finalmente sea diferente a lo que habíamos pensado, posiblemente se convierta en un proyecto de fracaso. Según sea porque el exterior no nos lo permitió, nos cansamos o aburrimos, alguna otra fuerza mayor nos hizo abandonarlo o a pesar de todo el esfuerzo no se consiguió, nos quedará una sensación distinta seguida de emociones y sentimientos de tristeza, culpa, ira, injusticia o incapacidad.
Desde muy jóvenes empezamos a pensar en nuestro futuro para ganarnos la vida, por lo que pasamos muchos años dándole forma a un deseo que guiará y dará forma a la mayoría de nuestras decisiones y, por lo tanto, de nuestra vida. En la construcción de este camino participan los modelos que hemos observado, las expectativas de nuestros familiares (ya sean implícitas o explícitas), nuestro deseo de agradecerles su esfuerzo y/o superarlos, así como también otras fuerzas sociales. No conseguir lo que nos proponemos supone una decepción que pone en tela de juicio nuestra validez personal e incluso el sentido de nuestra vida.
El ámbito laboral es uno de los que mejor ejemplifican nuestro funcionamiento por proyectos. Ya sea por aquello que nos proponemos como modelo de negocio, o bien por aquellas tareas definidas dentro de un marco laboral que debemos conseguir para justificar nuestro trabajo, llegar a objetivos y/o ascender.
Sea cual sea la razón del emprendimiento y la causa de su no consecución, te propongo cinco reflexiones para que puedas gestionar de forma más amable tanto el tiempo destinado en un proyecto como su resultado:
- Fíjate en lo que sí has conseguido. También en lo que sí tienes.
- Observa qué partes dependen exclusivamente de ti, en qué y cómo se podrían reforzar si fuera necesario.
- Agradécete el esfuerzo invertido y observa qué oportunidades e incluso aprendizajes te ofrece. Nada es en vano.
- Redefine tus objetivos, necesidades y recursos para ajustar las expectativas a los próximos proyectos.
- El éxito de un proyecto no define tu éxito vital, mucho menos tu valía como persona.
Ahora que tienes estas recomendaciones, podrás entender cada vez más que un proyecto es realmente el camino que elijes hacer y no tanto aquello que finalmente pasa. Del mismo modo, podrás considerar la importancia de que un proyecto no sea el único pilar de tu vida ni aquello a lo que cedes toda tu vida. Hay que poner el alma en aquello que deseamos y nos proponemos, pero debemos tener en cuenta que nuestra vida es más que eso y por lo tanto conservar nuestra piel y energía también para otros muchos proyectos vitales a los que quizás nos les estamos dando tanta importancia en este momento, pero que también forman parte de nuestra vida.
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