Autor:
Ana Viladomiu Jover
¿Cuántas veces has pensado que si anticipabas una pérdida ibas a evitarte cierto malestar? ¿Cuántas veces has creído que prepararte para el momento iba a protegerte de sufrir? ¿Cuántas veces has intentado imaginar ese momento para que el golpe fuera menor?
En ocasiones la vida nos obliga a iniciar un proceso de duelo antes de que la persona, objeto o cosa en cuestión ya no forme parte de nuestro presente. Conectar con la idea de que esa pérdida ocurrirá no nos evita sentir el malestar que implica dicha pérdida. A veces hemos creído que el hecho de conocer cuál iba a ser el final de esa historia nos ayuda a que la intensidad de la emoción desagradable sea menor o incluso no aparezca cuando conectamos directamente con esa realidad.
Las fases del proceso de duelo por las que debemos pasar para terminar aceptando la pérdida de aquello que nos ha acompañado durante un tiempo son las mismas, aunque posiblemente empecemos a pasar por ellas antes de que aquello desaparezca. Las emociones que van ligadas a cada una de las fases aparecerán con la misma intensidad que en cualquier otro proceso de duelo.
El hecho de conocer cuál va a ser el desenlace no nos protege de sentir el mismo dolor, miedo y tristeza que en el caso de no saberlo. Permítete vivir el proceso como necesites. No renuncies a comunicar lo que te está ocurriendo en todo momento. Escribe cualquier pensamiento que invada tu cabeza y compártelo si crees que eso puede ayudarte a sentirte mejor y vivir tu presente de forma más tranquila y relajada. Anticipar una pérdida no es motivo para no darte el permiso de vivir el dolor que implica en silencio y minimizando la intensidad de las emociones con las que conectas en tu presente.
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