Autor:
Angélica Acosta Zuluaga
El duelo gestacional es un tipo de duelo al cual no se le presta la importancia necesaria, ya que se genera una invisibilidad ante esta pérdida menospreciando así el
dolor de los padres, pues se cree que por el hecho de que esa vida no se tuvo en las manos y no se conoció no hay por qué vivir el dolor... y no es así. Está inmerso el
sentimiento de esa madre, padre y/o hermanos, quienes ansiaban con amor y deseo esa vida que se estaba formando.
Este duelo es igual que cualquier otra pérdida, pues se siente el mismo vacío, el mismo desasosiego y, aún mucho más, la necesidad de explicación de alguna manera del porqué no pudo llegar a ser lo que tanto se anhelaba, quedando así la incertidumbre de lo que hubiera podido ser. Todo este proceso se inicia con esta frase: “no hay latido”; tres palabras que
retumban en la vida de esa familia por mucho tiempo, o de esa madre que de pronto sola tuvo que recibir la noticia en un consultorio cuando solo iba por un chequeo de rutina o
que sintió algún cambio, pero no esperaba una noticia como esa.
Este duelo es un proceso diferente, y por eso la sociedad considera que esta pérdida no tiene mayor importancia, y en muchas ocasiones se cree que con tener otro hijo o seguir intentándolo ya se reemplaza ese dolor, pero no es así; la pérdida gestacional es dolorosa y permanece en la mente de los padres por siempre, quienes gracias a la sociedad han tenido que aprender a vivir en silencio este dolor, recibiendo de los demás frases como “tranquilos, pueden tener otro”, “mejor fue ahora que más adelante” o “seguro que iba a vivir muy enfermo”, entre otras muchas cosas más.
Con este tipo de frases se cree que se va a aliviar ese dolor, cuando es todo lo contrario; lo único que esto evidencia es la falta de empatía y que, como padres, lo que toca es invalidar el dolor y mostrarse fuerte ante los demás, hasta el punto de pensar que está mal sentir ese dolor.
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