Un mal día

Todos conocemos lo que es un mal día.

En cada persona se refleja de diferente manera. Lo que para uno puede ser un día desastroso, para otro puede ser simplemente un día no tan bueno.
No importa cómo cada uno lo experimente, sino que hacerle frente es el objetivo de cualquiera. Es importante conocer de dónde viene lo que sentimos como malo, preocupante, angustioso y puede estar relacionado directamente con cómo apreciamos y vivimos el día presente. Hacer frente un mal día no consiste ni tiene qu1e ver con tratar de negar y resistir todo el malestar que podemos sentir sino que tratemos de entender de dónde viene y nos demos permiso de vivirlo a nuestra manera. 

Sé paciente. Aprende cuáles son tus límites. Centra tu atención en las herramientas y recursos que dispones para detectar en qué momentos no sientes tu plenitud. Acepta que esos días también te acompañarán y formarán parte de tu historia. No te culpes por estar mal. Ni sientas que eres menos por eso. No te sientas mal por no hacer las cosas perfectas. Párate. Date un respiro y permítete descansar. Rodéate de los que empatizan con ese sentimiento o, si lo prefieres, reúnete contigo mismo. 
Haz lo que necesites, aquello que te haga sentir mejor. Pero no corras, no quieras salir de ese malestar en un segundo. Piensa, evalúa y quédate con todo aquello que pueda servirte para afrontar un nuevo día. Habrá días que no sean tan buenos o que simplemente nos cueste afrontar pero no hay nada de malo en que los vivamos desde otra perspectiva a la que estamos acostumbrados o querríamos. 

No corras en dirección contraria de lo que es un mal día y de lo que el mismo implica; permítete tener un mal día como cualquier otro. 
Sé fiel a ti mismo y ámate.